Recorriendome a mi mismo, leyendo mis palmas de manos, las plantas de los pies y anotaciones varias que he hecho durante ya dos años recordé que es tiempo de despertar, despues del encierro, los aceleres, los quehaceres cotidianos y hasta la mismísima duda golpeada, solapada entre unos arbustos en las afueras de Asunción.
Nunca hay que decir demasiado, nunca hay que dejar de escuchar, no deberíamos comer, en el comer encuentro bajos instintos, primitivismos e irracionalidades de extraños sabores, el surco que se le hace a Filomena en la espalda, en esa su espalda rolliza y descuidada, granulosa, grandiosa, me promete cosas que hace tiempo descubrí como mentiras, quiere confundir, cofundar ciudades nuevas en nombre de su amor, y arropar arrullando revólveres y revueltas retrotópicas.
A veces descanso acostado sobre un brazo, hasta que me canso, me levanto y vuelvo a arrojar mi cuerpo cansado sobre mi espalda, o sobre la espalda rolliza de Filomena. Cuando Filomena no la utiliza me la presta, y sobre su espalda, rolliza y acolchada descanso, es buena para el invierno, para el reuma y para desoir invitaciones audaces de eventuales amantes, y es que Filomena me es fiel.
Esta muerta, su espalda me cubre la espalda, me abriga, es un tapado de piel, de grasa, desgracia en la familia de Filomena, que la supone en Europa. A Filomena la asesiné con saña, debo reconocerlo, pretendía dejarme, a su familia le escribo todos los días, creen que trabaja y que tiene marido, y yo me manipulo las inmundicias recordando su rolliza y abrigada espalda.
Resplandece el cielo, canto, la escucho, espero que pronto llegue a casa, espero con ansias el descubrimiento terrible de la familia, agazapado en el jardin los observo llorar con emoción cada vez que me permiten entrar fingiendo ser ella... yo creo que lo saben, pero les es necesario creer mentiras, les es sano. A mi me da cualquier cosa menos pena.
Implacable, Gurú sin ganas.
Feliz cumpleaños al blog.
Resurrecciones improbables para los ausentes.
