lunes, diciembre 15, 2008

Sobre Polini y Meliunsy

La idea de escribir este post se ha hecho dios, es decir, ha muerto.

Es pues, fundamental para estos menesteres, conservar mi esencia inscrita en los registros más recónditos de la naturaleza. Abstracción y elegancia en las partidas, conservación de borracheras para la posterior emancipación de intimidades simbólicas, después de tanta destitución generalizada de males endémicos, el acobardamiento ante socializaciones de índoles no políticas, estrictamente personales supone un avance en este sentido.

Descubro, sin someterme a búsquedas, que poco o nada de lo que diga repercutirá, positiva, negativa o involuntariamente. Asumo que un silencio previamente consensuado profundizará la interacción que nos debemos, yo tú él nosotros ella eso, para con nosotros mismos, dado que nada más lindo que el canto de un pájaro en el medio de un monte ausente de humanos, un monte inexistente, un monte cuántico, uno de venus y reposar sobre tus maravillosos rincones. Monte de placeres y silencios, ergo, énfasis perifrásico.

Meliunsy, afamado estetógrafo de principios de siglo nuevo, se refiere, en la enclítica severa, a una menudencia disconforme que al ser ingerida deglute, desde el interior, lo inverosímil y lo espontáneo, generando de tal forma una contextura atlética, diferente, marsupial y políticamente correcta. Polini, férreo oponente de Meliunsy, aporta material contundente, acentuando, soslayadamente, el afán amarillista del segundo. El segundo, temporal, no cesa, y pasa convirtiéndose en tercero, cuarto, quinto... y al sexagésimo, en minuto. Temporalidades disconformes impuestas sin previo aviso para festejar lo innefable.

Dios ha muerto, y yo bailo en chancletas sobre la tumba de mi amada, en el monte, separado de mi mismo, ausente entre los árboles, cantando mi silencio, mi cansancio y a mi magnánima ecuánime inconfundible virilidad.

El gurú se ha convertido en ave, y como corresponde, gravitan a su alrededor, nefastos augurios hasta el fin de los días.

Proximamente: Deserción laboral. Cómo sobrevivir a uno mismo cuando no existe el látigo perenne. No se lo pierda.

Güerden Lúpulia Atonolón Soberbia