lunes, febrero 01, 2010

Primera Parte

Supongamos que entro al bar, que pido una cerveza y que me siento en una mesa con el libro que saque de la mochila. Supongamos que a los 30 no deje de usar mochila, y que tampoco he dejado de leer, como dicen algunos que deberia ser. Supongamos que para colmo de males ya no tengo los super poderes que dije tener, supongamos que todo lo que alguna vez dije fueron puras mentiras, y que ahora, cuando cumplo treinta toda la verdad se revela, y nos sorprende.

Supongamos que he pensado en dejar de fumar mas veces de las que he admitido, y que a pesar de la insistencia del discurso de la rebelion, de el no dar el brazo a torcer, de que no dejar de fumar es finalmente una eleccion, nadie da un peso por esas palabras. Y ya no nos sorprende. Y yo tambien me descreo.

Sorprendamonos entonces, con el libro dentro de la mochila, como si no lo hubieramos puesto ahi. Sorprendamonos descubriendo que hemos elegido un libro de educacion vial, para dar el examen y obtener de una buena vez el registro de conducir, y que cuando lo sacamos (el libro, y aun no el registro), lo que tenemos en las manos son las instrucciones, complejas, sumamente complejas, de la instalacion del aparato calentador de agua, en frances y portugues.

Sopesemos las diferentes posibilidades. Evaluemos a que tipo de misterioso prodigio se debe la realidad que, antojadiza, se me ofrece a pesar de contar yo, en teoria, (siempre es una teoriaà, con la posibilidad del libre albedrio, y la voluntad de haber tomado un libro y no el otro.

Bebamos y conversemos con nosotros mismos. Cuestionaremos, primero, a nuestro estado mental, y no habiendo encontrado senales evidentes de estados alterados, ni indicios de locura, cuestionaremos tambien aquello que nos parece perturbadoramente casual.

Si nunca hubiese fumado porro, creeria que alguien le puso algo a mi bebida. Si a la hora que sali, en la casa hubiera estado alguien conmigo o si yo mismo, en un acto fallido quiza, hubiese tenido conciencia de contar con ese extenso volumen de instalacion entre mis libros e introduciendolo en la mochila, hubiese pensado en el examen de conduccion...

Si en vez de seguir pensando, me pusiera a leer...

Bebo, y tal vez mi corazon vuelva a la calma.

A los 10 minutos, cuando aun no lograba sacarme de la cabeza a mi mismo, a la imagen que se me dibujaba, de mi, sentado en el cafe, (tal vez no en el de siempre), hojeando el libro bilingue, y la calma no volvia, y la cerveza perdia la espuma, y la habitacion se agrandaba, hubo un prolongado corte de luz.

Y la calma seguia perdida.

De pronto, para dejar de pensar en imagenes, en ideas que se me pasaban por la cabeza, en el ideal de un espejo o una camara para guardar los momentos confusos de la vida, escuche las voces, oi las palabras, senti la oscuridad y nada de eso parecia pertenecer al mismo lugar en el que yo me encontraba.

No podre confirmar si han sido los temas de conversacion, o tal vez las formas de emplear el lenguaje, o simplemente el hecho que yo no entiendiera, a esas alturas, en cual cafe estaba, lo que me producia este desasosiego.

Habria dirigido mis pasos, como siempre al Cafe Brasil? Habria decidido de antemano a donde iria, por costumbre?, y sin embargo, ahora, la costumbre no me es de fiar.

Pasaron alrededor de 25 minutos antes que la luz volviera, y con ella, como para molestarme, el libro de reglas viales estaba sobre la mesa. El instructivo del calentador ya no estaba. Entendia claramente el contexto, las palabras eran las mismas que pronuncian siempre los parroquianos del cafe, y la imagen de mi en el Cafe era la misma. Todo en orden, el corazon, la calma.

Mire mi mesa, con calma. Habia una porcion de queso al lado de mi cerveza. Y una mujer atractiva extendiendo esos finos dedos sobre un cigarro. Una mujer a la que nunca habia visto, sonriendome del otro lado de la mesa, fumando y untando el queso en la mostaza, y bebiendo de mi vaso, de mi cerveza con demasiado poca espuma.

Me sente acaso en una mesa y no en la barra?

(continua)

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