miércoles, febrero 03, 2010

Tercera Parte

Almacen Corazon, en espanol, era el nombre de un coro musical formado por 4 jovenes belgas, admiradoras de la literatura policial.

Un poco enajenadas todas, afectadas por los extranos sucesos que ocurrian ultimamente alrededor de todo el mundo, decidieron dedicarse a hacer algo, aunque fuera solo una trinchera que nunca llegarian a usar.

Hacer algo para que la gente se diera cuenta que esto no es normal, para que la gente dejara de ser tan copyright y para que de una vez por todas la gente entendiera que vos mismo sos responsable de tu desgracia, y que vos mismo podes ser beneficiario de tus propias tranquilidades, de tus mundos ideales. Esto lo supe tiempo despues.

Asi que un dia, en su idioma y a coro, claro, se dijeron que hacer un coro era la mejor opcion. Y componer musica, e interpretarla.

Con el fin de evitar que esta, su revolucion, su revolucioncita, esta defensa burguesa de sus derechos y de sus busquedas ciegas de igualdad fuera descubierta, prepararon, durante el tiempo que supe de ellas, meticulosamente, las composiciones a ser ejecutadas, para enviar un mensaje oculto. Todavia no descubro a quien.

Lo que sonaba era una cosa parecida al free jazz, o a una improvisacion nunca ejecutable sin instrumento. Como si un grupo de compositores todos desconocidos, todos molestos con algo, o peor aun, molestos entre ellos, estuvieran encerrados en un cuarto pequenho, todos juntos, escuchandose solfear. Sonaba a una dulce molestia para compartir.

Con un espectaculo basico, y sin una pizca de entusiasmo se presentaron tres veces, produciendome, paradojicamente, en todas ellas, preciosa satisfaccion.

La primera presentacion fue, al igual que la siguiente, en el Trefpunt, una bar chiquito como para 40 personas, muchas de pie.

Yo estaba, como cada lunes, tomandome una cerveza bien belga cuando llegaron para hacer la prueba de sonido, alrededor de las 5 de la tarde. Y ahi me quede, como nunca, hasta la hora en que el concierto termino.

Desde las primeras notas me comenzo como un temblor, que al principio producia un agradable cosquilleo, convirtiendose en escozor, ahi, justo en medio de la planta de uno de mis pies. Moviendome en mi asiento un poco incomodo, trataba de dar golpecitos en el suelo, siguiendo la musica, coincidiendo en el tempo e inclusive en las acentuaciones, y el cosquilleo ni se inmutaba. Me levante, con disimulo, mirando atentamente el escenario, y de pronto, tan abatido me senti, que los cosquilleos desaparecieron, y a los pocos minutos de pie, tuve que dejarme caer sobre la silla. Un abatimiento singular, una muerte chiquita. Y despues prolongar el tiempo, encerrar a los ojos, encontrar paz.

Durante la pausa, querer orinar.

No habia tanta gente, pero se hacia dificil atravesar a lo largo el pasillo que forman la barra y el muro.

Llegar al fondo, mas cerca del bano, subir la escalera, abrir la unica puerta. Buscar a tientas un interruptor. ?Por que buscar un interruptor?. Volver a bajar. Preguntar en el bar. Recibir una linterna, y subir otra vez. Entrar a orinar. Linterna y ganas de orinar. Mojarse el pantalon y soltar la linterna mojarla tambien. Hacer lo que sea, terminar de orinar. Lavarse las manos y querer fumar. Sacar un cigarrillo, volver como cada noche a los malos habitos, y respirar.

Buscar el encendedor, dejarlo caer. Buscarlo en el piso, moviendo los pies, negando a agacharse, accediendo despues, y tocar un papel.

Cuando baje, preocupado por el tiempo que habia perdido, y preocupado por las manchas que tendria mi pantalon, vi que habia perdido mi silla, pero el concierto aun no se reiniciaba.

A Marta, que todavia no se llamaba asi, y que aun no vivia conmigo, la vi un poco mas atras. 

Esa noche me costo dormir, la musica me daba vueltas, y ella seguiria bebiendo y riendo en el bar.

(continua)

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