viernes, julio 23, 2010

Que trabajo señores, que trabajo!

Paseando por una calle centrica de cualquier ciudad del mundo he podido observar sin los lentes, perdidos en un bar de pitas o lomitos arabes, una cantidad de empleados encargados de la seguridad de variados entes comerciales.

Espero recuperar pronto los asistentes de mi vision, considerando que cualquier cosa que vea sin ellos puede ser un espejismo, o fruto de alguna alucinación pre borrachera, me niego a generar ninguna opinion coherente.

Es por eso que propongo lo siguiente: menos gimnasios fisicos y mas matemáticas aplicadas. Desarrollo temporal del pensamiento lateral, o permanente de discusiones filosoficas carentes de sentido. Abolicion inmediata de cualquier uso de fuerza. Restricción verbal a personas que carezcan de un lexico apropiado.

Viviendo en un país donde la lengua, que en mi tierra solia ser roja, o rosada en casos de enfermedades del hálito, tiene tintes de los mas variados colores, me autoexcluyo de cualquier posibilidad de comunicacion, hasta no solucionar de una vez por todas con el problema lingüístico.

Estuve pensando, y en el pañuelo, despues de sonarme, encontre unos mocos que pedían a gritos volver, a través de la nariz (dijeron que podian hacerlo tambien por la boca) al cerebro.

-Yo no tengo mocos en el cerebro - les grité. Encendí la máquina de lavar ropas, y mientras giraba, arrojé el pañuelo lleno de gritos. A los minutos llegó ella y me habló. Escasamente logre hacerla entender que lo que necesitaba era teta, y unos pañales nuevos.

Pidió cita con un doctor. Me hallé. Estaba escondido debajo de la cama. Corriendo le avisé, con gestos y garabatos en un papel, donde me encontraba. Subieron los enfermeros, dos guardias los acompañaban. Con la fuerza de uno bastó. Me metieron dentro de la jaula, me regalaron una laptop y se lo que era, ahora. En el momento parecieron mas garabatos, no como mis dibujos.

Pronto, y gracias a internet y las redes sociales, supe que lo que hice al sonarme fue enviar los mocos que se interconectan en mi cerebro al desagüe. Cuanto dolor por haber perdido tiempo.

Cuanta alegría reencontrar el sentido y la sabiduría que me caracterizan. Que lástima que ya nadie estuviera para recordarme. Para recordarmelo. Para olvidar.

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