sábado, noviembre 20, 2010

Matute es un autor inclasificable.

Un buen ejercicio debió haber sido, hace años, terminar con honores todo emprendimiento voluntariamente perpetrado. Sin embargo, mirar hacia atras, pararse un minuto en el ajetreo cotidiano, girar y mirar al pasado es una actitud, francamente, retardataria y con visos humano fascistas.

El estudio del pasado, del propio y personal pasado, es, sin lugar a dudas, una apuesta arriesgada. Cualquier ser humano que se precie de tal, sabrá que sumerjirse en las profundidades abisales de los propios recuerdos puede atentar contra nuestro futuro, contra nuestra salud mental, contra el corazon que late bombeando y succionando, y no a la inversa.

Circunstancial, como casi todo lo que decidimos, exceptuando las decisiones que por nosotros, otros han tomado, y que hemos abrazado como propias, el detenimiento y posterior deterioro de mi relación con el mundo académico socavó, irreversiblemente, la autoconfianza con la que convivía.

Las comparaciones a las que me sometían colegas estudiantes, y maestros iluminados, siempre se prestaban para malos entendidos:

- Es, acaso lo que él dice, algo que debo tomar como un halago? - recuerdo haber pensado en más de una oportunidad.

Una vez, una sola vez le dije que no a una mujer. Tenía el nombre de la que en otro país quiso hacerme padre. Supongo que el conflicto estuvo en la edad. Soy hombre como pocos. Disfruto más del vino que de las ligerezas y mezquindades de la adolescencia. Recurro con afán a las artes amatorias de antaño, escabulléndome, si fuese necesario, de amantes que no hubieran nacido, cuando yo ya tenía amigos.

Fundamental resultará, en entregas posteriores, confirmar la ausencia de moral. Sin entrar en la justificación condecendiente, pretendo haceros entrar en razón. Sugiero que evitéis interpretar mis textos con los ojos del investigador literario, y masticar cada palabra, haciendola añicos, sientiendo la semilla amarga desaciéndose en la boca, y tragarlas. Propongo este acto orgánico, esperando, con paciencia, que la injusticia, y el olvido, sean reivindicación y grito. Abrazo y apretón de carnes.

Prometo ser literatura descarnada, pero sobre todo, ser, bella palabra, recolección, cosecha y gula. Prometo faltar a mis palabras. Prometo, con una mano cubriéndome los genitales y con la otra sosteniéndo una copa llena, que toda promesa será rota. Prometo una promesa que no cumpliré, y espero no obtener perdón ni justificación.

El incesante vaivén hará que nuestras mentes, esparcidas tras la primera y segunda colisión, se confundan y olviden, mezclen y vomiten aquello que intoxique nuestro hedonismo insaciable. Matute representaba pocas cosas. Y sin embargo, quedará por siempre suspendida la intención de hacerle justicia. Nadie querrá perder minutos buscandole un nombre, a lo inclasificable.

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