viernes, diciembre 03, 2010

La costra se enrostra

Permítome un interludio. Iluminan sus palabras, encandila usted con su sabidurú.

Le ruego se aplique mi ungüento a su cuerpo. De ser posible busque solitud. Soy una mantequilla un poco celosa. Si le cuesta respirar sepa que esto es amor. Aproveche los minutos al sol, verá que si me derrito por completo, dejaremos de amarnos.

Después de la ducha sonaría el timbre. Usted, seco, pero todavía en la bata camina decidido, corriéndose el mechón que siempre cae sobre su fente. El timbre comienza a sonar ininterrumpidamente. Usted todavía mantiene el control.

Si el timbre deja de sonar, piensa usted, no abro la puerta. Y el timbre se detiene en el preciso instante que usted termina la oración. iiing-ta.

Vuelva a terminar lo comenzado. Comience cosas aunque sepa que no las va a terminar. No me escuche.

Vaya, vaya, vaya. Así que ahora me escucha, y deja de escucharme. Que infamia la vuestra! Salú.

Güerden Lúpulia Atonolón Soberbia

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