sábado, enero 22, 2011

Los estados diseccionados del descanso

Diez minutos antes, pero a veces, diez minutos después, cierro los ojos. O uno sólo, y hago girar el otro, (y en realidad ambos, pero uno cerrado), hasta que el mareo me gana, y el vértigo, y el reposo. Si por el contrario, abro los ojos, de a uno, lentamente, o de improvisto, en medio de la madrugada, y ni recuerdo el sueño en el que me encontraba, ni logro entender el lugar en el que me encuentro en ese momento, significa que lo logrado pudo haber sido de otro modo, o del mismo.

En síntesis, cualquier toma de decisión, o cualquier interpretación posterior de lo identificado como acto efectuado, puede servir para relatar ciertas circunstancias en las que la vida se nos desarrolla. Como a mi lo que me pase me tiene sin cuidado, ocurre que la recuperación y la convalescencia me toma entre un 20% y un 70% del tiempo que a una persona con características hipocondríacas.

De todos modos, convivir en la ausencia de apoyo social, en la incoherencia humana del bienestar ajeno, promueve deslealtades a gran escala. El alcohol, a modo de desinfectante, propende al ilícito, al fallo, a la traición, a la desmemoria, y al olvido del dolor. He ahí la solución y la causa, el efecto, la respuesta tardía.

Si no todos fuésemos iguales, o si lo fuésemos, yo entendería todo al revés. Como a veces me mira el ogro, desde su trono, abriendo la boca, relamiéndose los labios, exigiendo su alimento formal.

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