domingo, noviembre 14, 2010

Ensayo

Una práctica ineficaz y constante en nuestras vidas ha sido desde siempre el desencuentro.

Dependiendo de las libertades con que se cuenten a mano, los efectos de un desencuentro varían desde lo anecdótico rimbombante, hasta lo patético y lacrimoso. Es por esto, que cualquier intento de análisis deberá siempre realizarse atendiendo a los contextos en los que nuestro objeto de estudio se desarrolle.

Así pues, no será lo mismo responder a una invitación con una negativa, al cabo de dos semanas, en algún barrio de Estocolmo, que simplemente aparecer, sin previo aviso, tocando el timbre en los arrabales de Buenos Aires.

Ante todo, consideramos fundamental, hacer un repaso, cuanto menos somero, de los diferentes tipos de desencuentros, y sus incidencias en quien los ejecuta, pero sobre todo, en quien los analiza.

Una vez concluido dicho proceso, todo lo que quedará podrá ser, eventualmente, reducido a su mínima expresión, asegurando así una evolución sin demasiados contratiempos, capaz de revalorizar el interés que pudimos haber perdido.

En otras palabras, cualquiera sea su intención, tendrá usted un espacio inconmesurable, para hacer de sus presunciones las delicias de los tiempos muertos.

Por ejemplo, como le ocurrió, al hipotético segundo hijo, que pudo tener mi madre, de no haber seguido esperando a mi padre. Martín tendría hoy, apenas cinco años mas que su sobrino mayor. Recibiría una pensión de estudios, y otros, como yo, tendríamos menos penas con las que lidiar. Inevitable le resulta pensar, al analista, sobre la disrupción de hipotéticos a partir de un momento cualquiera. La inverosimilitud de algun buen vecino, hubiera permitido que nuestros subconcientes navegaran por otras aguas, de cualquier modo, nunca es tarde para comenzar con las relaciones sociales.

El amante pudo ser, por ejemplo, algún jefe con buenas conexiones, o un enfermo siquiátrico con escasos, o llanamente nulos, medios económicos, atascado en la burocracia Feldmanita de los '80.

La personalidad del niño inexistente, se pronunció aprovechando un desacierto de las fuerzas de seguridad de mi subconciente. Lloraba amargamente en las noches, buscando mis propios recuerdos. La imaginación no es suficiente cuando el vacío lo somete a una complaciente espera.

De día es un niño normal, en las noches se convierte en su propio amigo imaginario.

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